La cronología de la construcción, una vez seleccionadas las distintas maderas nobles, sería la que sigue:
Tras el cepillado de cantos, encolado de las dos tablas y posterior cepillado de la Tapa (que ha de tener las veta muy juntas para ganar en sonoridad) y colocación de Bocas e interiores (Sobreboca), se establece la disposición del Varetaje del Abanico, que viene a ser el «centro neurálgico» de la guitarra, estructura clave en la que cada constructor tiene su particular técnica, a menudo secreta y que será muy decisiva para su sonido final.
Se construye el mástil al que se le da un corte superior para invertir las dos piezas y formar un ángulo entre Mástil y Cabeza; a la parte inferior de este se le añade el Tacón. Se encola Mástil y Tapa mediante incisiones o ranuras de los Aros que, previamente cepillados, han sido curvados con la Estufa de Domar.
Se adhieren al Aro unas tiras curvadas que se encolan al Fondo o Espalda, que se reforzará, a su vez, con un Tapajuntas para aumentar su consistencia, y se rebajan en 90 grados los vértices de toda la guitarra a los que se le colocan Cenefas.
A continuación se realiza el trazado y cortado del Diapasón al que se le introducen los trastes que serán de alpaca plateada alemana y se termina el Mango. Llega el momento de «embellecer» el producto y entramos en la fase del barnizado para lo que se utiliza barniz de poliuretano o barniz de goma-laca («a muñequilla», es decir, a mano) se va tiñendo y resaltando el hermoso veteado y los contrastes claroscuros de las distintas maderas.
Acaba de «nacer» un nuevo instrumento con un peso de 1,5 Kg. a 2 Kg. Todo se ha hecho conforme a los cánones guitarreros: se han seleccionado las mejores maderas, se han utilizado medidas estándares de asombrosa precisión. Se van encordando, con expectación, una a una las seis cuerdas, y en rudimentario taller artesanal, entre formones, serrín y aroma a madera, del número 27 de la calle Florencio Montojo de San Fernando, suenan los aires de Capineti, que nos evocan el cante ancestral y maestro de María Borrico o Camarón, en una isla que, pese al bello poema de Machado, difícilmente se quedará sola con guitarreros de tal magnitud.